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No hay causas comunes – El marxismo-leninismo y la revolución social libertaria | F.C. (Canada, 2024)

No hay causas comunes
El marxismo-leninismo y la revolución social libertaria

F.C. (Canada, 2024)

Seguramente alguna vez has escuchado que los diferentes matices del socialismo luchamos por la instauración de la misma realidad social. Se podría llegar a creer que las organizaciones y/o movimientos que se asumen así mismos como revolucionarios gozan de unas prácticas y de un discurso hegemónico y unilateral. Nada más alejado de la realidad.

Aunque en casi su totalidad las distintas ramas o corrientes del pensamiento socialista hablan de ‘lucha de clases’, ‘emancipación del proletariado’, ‘abolición de la propiedad privada’, etc. La realidad es que, hablando desde nuestra posición socialista libertaria (Anarquista) podemos decir, sin ningún miedo a equivocarnos, que ni la gran mayoría de los medios, ni los fines últimos en los programas de las izquierdas socialistas, son iguales a los nuestros. Tampoco lo es el caso de los partidos marxistas, mal llamados ‘comunistas’ ya que las prácticas económicas llevadas a cabo por estos partidos una vez tomado el poder, no son otra cosa que un capitalismo monopolista en manos exclusivamente del Estado.

Vamos a centrarnos en una de las grandes posturas que nos diferencian a los anarquistas con la escuela del socialismo autoritario alemán (marxismo) y las demás escuelas del pensamiento socialista. Hablemos un poco de lo que entendemos por la Revolución.

Entre las grandes cuestiones que planteamos todas las escuelas del pensamiento socialista, está presente volcar a la sociedad hacia la revolución. Y aunque en un principio esta afirmación pudiera parecer un punto de encuentro, por el contrario es, un claro ejemplo de las diferencias teóricas, prácticas y éticas que las y los libertarios (entiéndase anarquistas) tenemos frente a el partido marxista, como a los demás partidos socialistas.

Nosotros creemos firmemente en que el proceso organizativo de las clases productoras debe encaminar inevitablemente a la revolución social, queda a discusión de quienes vivan ese momento histórico si la revolución social debe lograrse por medio de la lucha armada o por otros medios. En el momento actual muchos de nuestros partidarios ven la revolución violenta como el medio por el cual el pueblo puede sacudirse del yugo del capitalismo y los Estados.

Si seguimos esta línea de acción, tanto marxistas como anarquistas creen que el acto revolucionario se lleva a cabo con el pueblo, armas en mano, batiendo a su enemigo de clase: la burguesía. Pero esto no nos hace tener un calendario revolucionario compatible, y explicaremos en líneas generales el porqué de nuestra afirmación.

Mientras que los partidarios de Marx y Engels hablan de la toma del Estado burgués en un periodo revolucionario por parte del -atención aquí- proletariado en armas, con la supuesta intención de fortalecerlo al máximo para así poder contrarrestar las fuerzas contrarrevolucionarias de la burguesía, dejan en manos del Estado, no solo la organización de la guerra, sino también la organización de la industria, la economía y toda forma de relación social. Pretendiendo que al darle poder absoluto al Estado de la vida y organización social del pueblo, el Estado vaya a quedar tan atragantado de poder que, inevitablemente este último quedará abolido de forma natural, dando paso a una sociedad organizada sin coacción y en completa libertad… ¿Anarquía?

Los anarquistas en cambio planteamos la abolición completa del estado y su organización de la vida social desde el primer momento en que estalla la revolución. Nosotros por el contrario no creemos en vanguardias de ningún tipo. cuando los anarquistas hablan del pueblo, se refieren a todo ser humano que es despojado del fruto de su trabajo, de todo aquel que sufre las vicisitudes de una vida marcada por la explotación o la falta de trabajo, cruel estratagema que utiliza el capitalismo para que las clases trabajadoras se despedacen entre sí por un puesto de trabajo en vez de poner en práctica el apoyo mutuo, la solidaridad de clase y la organización del pueblo como herramientas en la lucha de clases.

Bujarin en su texto Anarquismo y comunismo científico en una extraordinaria gala de desconocimiento de los verdaderos planteamientos económicos de Proudhon dice: “¿en qué consiste en realidad la distinción entre anarquistas y comunistas marxistas? ¿Desaparece por tanto la distinción, al menos cuando se examina el problema de la sociedad futura y del “fin último”? No, la distinción existe, pero ella se encuentra en la otra dirección y se la puede definir como distinción entre la producción centralizada en grandes haciendas y la pequeña producción descentralizada. Nosotros los comunistas, creemos que la sociedad futura no sólo se debe liberar de la explotación del hombre, sino que debería conseguir la mayor independencia posible del hombre respecto a la naturaleza exterior, que redujera al mínimo “el tiempo de trabajo socialmente necesario”, desarrollando al máximo las fuerzas productivas sociales y la misma productividad del trabajo social. Por ello nuestro ideal es la producción centralizada y metódicamente organizada en grandes haciendas, y, el último análisis, la organización de la economía mundial entera. Los anarquistas en cambio dan la preferencia a un tipo de relación de producción completamente distinto; su ideal está constituido por pequeñas comunas, las cuales por su estructura no pueden gestionar ninguna gran hacienda, pero estrechan entre ellas “acuerdos” y se unen mediante una red de libres contrataciones. Está claro que tal sistema de producción desde el punto de vista económico es más similar al de las comunas medievales que no al modo de producción que está destinado a sustituir al capitalista.”

Como lo hemos apuntado con anterioridad, Bujarin jamás leyó algún libro anarquista o no entendió nada de lo leído. Sino sabria que Proudhon hablaba de una economía federalista autoorganizada y basada en la libre asociación de los interesados, tanto productores como consumidores, como modo de oposición a la centralización, que no hace otro cosa que fortalecer los métodos de organización jerárquica, la burocracia y la omnipotencia de Estado.

Es completamente absurdo que los anarquistas abogan por una organización económica feudal o semifeudal en medio del gran auge del capitalismo y de sus métodos de producción, industrializados y a gran escala. Si Proudhon llegó a mencionar a una relación entre pequeñas aldeas de forma federalista, fue única y exclusivamente como ejemplificación de cómo podría irse tejiendo una red cada vez más grande de productores-consumidores que hicieran imposible la aparición, de nueva cuenta de acaparadores, especuladores y con esto una nueva casta de vividores del trabajo ajeno. Kropotkin escribió para aclarar nuestras ideas contra esta mentira marxista, sobre la organización económica:

“Toda sociedad que rompa con la propiedad privada se verá en el caso de organizarse en comunismo anarquista. Hubo un tiempo en que una familia de aldeanos podía considerar el trigo que cultivaba y las vestiduras de lana tejidas en casa como productos de su propio trabajo. Aun entonces, esta creencia no era del todo correcta. Había caminos y puentes hechos en común, pantanos desecados por un trabajo colectivo y pastos comunes cercados por setos que todos costeaban, Una mejora en las artes de tejer o en el modo de tintar los tejidos, aprovechaba a todos; en aquella época, una familia campesina no podía vivir sino a condición de encontrar apoyo en la ciudad, en el municipio. Pero hoy, con el actual estado de la industria, en que todo se entrelaza y se sostiene, en que cada rama de la producción se vale de todas las demás, es absolutamente insostenible la pretensión de dar un origen individualista a los productos. Si las industrias textiles o la metalurgia han alcanzado pasmosa perfección en los países civilizados, lo deben al simultáneo desarrollo de otras mil industrias: lo deben a la extensión de la red de ferrocarriles, a la navegación trasatlántica, a la destreza de millones de trabajadores, a cierto grado de cultura general de toda la clase obrera; en fin, a trabajos realizados de un extremo a otro del mundo…

…Existe la tendencia. Se acentúa en cuanto quedan satisfechas las más imperiosas necesidades de cada uno, a medida que aumenta la fuerza productora de la humanidad; acentúase aún más cada vez que una gran idea ocupa el puesto de las mezquinas preocupaciones de nuestra vida cotidiana. El día en que devolviesen los instrumentos de producción a todos, en que las tareas fuesen comunes y el trabajo -ocupando el sitio de honor en la sociedad- produjese mucho más de lo necesario para todos, ¿cómo dudar de que esta tendencia ensanchará su esfera de acción hasta llegar a ser el principio mismo de la vida social? Por esos indicios somos del parecer de que, cuando la revolución haya quebrantado la fuerza que mantiene el sistema actual, nuestra primera obligación será realizar inmediatamente el comunismo. Pero nuestro comunismo no es el de los falansterios ni el de los teóricos autoritarios alemanes, sino el comunismo anarquista, el comunismo sin gobierno, el de los hombres libres. Esta es la síntesis de los dos fines perseguidos por la humanidad a través de las edades: la libertad económica y la libertad política. ”

Aquí se deja claro que los anarquistas no tenemos la vista perdida en una utopía. Nuestros teóricos tenian bien fijos los pies en la tierra y teorizaban sobre la realidad histórica de los pueblos.

En cierto modo es entendible que la escuela alemana del socialismo sólo pueda asimilar a la revolución como la apropiación por parte de un solo sector de la sociedad del Estado y los medios de producción. Este fenómeno ocurre porque Marx sólo podía entender el desarrollo de las sociedades humanas en un mero sentido económico, una visión que se ha demostrado bastante limitada para entender la evolución humana y sus diferentes modos de organización a lo largo y ancho de su historia.

Los ejemplos históricos que tenemos a mano son contundentes para demostrar el abismo que nos separa a los libertarios con los seguidores de Marx y Engels, en el momento en que llevamos a la práctica nuestras ideas en el preciso momento en que un pueblo se encuentra en pleno ejercicio revolucionario.

Ya desde la comuna de París se dejó ver claramente el cómo entendíamos ambas corrientes socialistas los medios y fines de nuestros propios programas revolucionarios. Mientras que los anarquistas participaban activamente en la defensa y la organización interna de la comuna (recuérdese el extraordinario y protagónico papel de Luisa Michel, la participación de los hermanos Reclus, la necesidad de Bakunin por expandir el conflicto a otros lugares que le llevó a buscar la insurrección en Lyon, y los partidarios y amigos de Proudhon) mientras que Marx escribía que añoraba el aplastamiento de la comuna y la entrada triunfal del ejército germano, por qué esto significaba el triunfo de sus ideas sobre las de Proudhon (?), no es sino hasta la derrota de la comuna y de la esperanza que había sembrado en el pueblo sobre el triunfo de las clases oprimidas sobre la burguesía que Marx, en un momento lleno de hipocresía que se desvive en halagos en su libro sobre la comuna de París.

Recordemos que en esos momentos, Marx y Engels creían en la toma del poder por medio del sistema de elecciones, apostando por un partido político del proletariado, justo después de ver los alcances revolucionarios que tenía el pueblo en armas, de comprobar sus capacidades de heroísmo y de resistencia, es cuando apuestan por la revolución armada.

Históricamente Marx y sus discípulos dan empleo de la fragilidad y moldeabilidad a conveniencia de su decálogo ideológico posicionándose contra sus “principios” cada vez que lo veían conveniente. Hay que recordar cuando Lenin lanza su “el Estado y la revolución” que para atraer simpatizantes hace una falsa convergencia con los anarquistas, hablando de una rápida depuración del Estado una vez se haya ganado la revolución. Se sabe de sobra en que termino esto; una maquina Estatista sedienta de sangre, el asesinato y confinamiento de millares de elementos revolucionarios opuestos al partido bolchevique, requisición del producto del trabajo de obreros y campesinos, etc. En fin, una de las peores dictaduras que ha sufrido la humanidad.

Podríamos hablar más extensamente sobre estos dos ejemplos o sobre la revolución de Ucrania o la revolución española, cruelmente bañadas en sangre, en gran parte causa de la traición premeditada por el elemento marxista, la falta de espacio nos lo impide, pero invitamos al lector ahondar en estos temas, si son de su interés.

Lo que es innegable es la falta de puntos de encuentro entre nosotros y los autoritarios. Ni en los tiempos de la primera internacional, ni en las barricadas de París en 1873, ni en Moscú, en Yekaterinoslav, Ucrania, en España y en todas partes donde ha brillado la llama de la rebelión, libertarios y marxistas nunca han tenido causas comunes. Nosotros luchamos por la libertad del pueblo, ellos por el poder y la autoridad.

                                                                                                                                                                F.C.

                                                                                                                                                            Montreal.

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